sábado, 17 de junio de 2017

Lugares con encanto

"Ya voy", dije, con aquel castellano precario que había ido adquiriendo a base de poner el oído aquí y allá, bueno más allá que aquí. Temía que la luz desapareciera dejándome de nuevo en tinieblas, por lo que repetí "ya voy". Los gritos, que procedían del exterior, eran terroríficos y la presión que sentía estuvo a punto de hacerme regresar a aquel zulo que tenía algo de confortable. Empapado de sangre y aturdido por los gritos constantes, una fuerza me empujaba. Años más tarde sabría que aquel zulo era el lugar más seguro que había en el mundo. De todas maneras, tampoco está mal sentir el viento en la cara mamá.

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